41
" Jamás se había destacado en nada. Ni en la escuela, ni en los deportes, ni siquiera en la familia había merecido más que algún ocasional elogio por cualidades en el fondo intrascendentes. Pero el 16 noviembre de 1966 había conocido a Liliana, y con eso había bastado para cambiarle la vida. Con ella, por ella, gracias a ella, él había sido distinto. Desde que la vio atravesar la puerta giratoria del banco, y preguntar a un custodio cuál era la cola para depósitos, y acercarse a la ventanilla cuatro con pasos cortos y firmes, sintió que esa mujer iba a cambiarle la vida "
― Eduardo Sacheri , The Secret in Their Eyes
46
" Aráoz cierra los ojos con fuerza, más por desesperación que porque tenga confianza en que dé resultado. Es un experto en no dormir, y por eso sabe al dedillo que poniéndose rígido y contrayendo los músculos lo único que va a lograr será espantar el poco sueño que le queda. El insomnio de esta noche es diferente al de la víspera. Éste pertenece a la categoría «madrugada en blanco»: uno de los peores. Aráoz conoce otro aún más funesto: el del tipo «no pegué un ojo en toda la noche». Ese, lógicamente, es el peor de todos, y lo padece con frecuencia. Pero el «madrugada en blanco», que es el de hoy, es de todos modos detestable y cruel. Lo ataca en noches que comienzan plácidas. Noches que prometen, falsamente, descanso. Esas noches en las que a Aráoz la vida se le antoja posible porque los párpados empiezan a cerrársele y los renglones a confundírsele mientras todavía sostiene un libro sobre el pecho, y basta con sacar un brazo perezoso de entre las sábanas y apagar el velador y abandonarse al sueño con la convicción de que uno despertará ocho o nueve horas después sintiendo que le han quitado unos cuantos años de la espalda. Cierto que desde hace mucho tiempo no tiene una noche de esas. Pero por lo menos algo que se le parezca. Seis. Siete horas de corrido. "
― Eduardo Sacheri , Aráoz y la verdad
48
" Aráoz sopesa concienzudamente la posibilidad de matarse. Mejor dicho, analiza esa alternativa como parte de su reflexión perpetua, diurna y nocturna, de cara al ventilador de techo suspendido sobre su cama. No es que sienta un impulso demasiado profundo en ese sentido. De hecho, no siente ningún impulso hacia ninguna acción, ningún comportamiento. Pero por eso se pregunta si, careciendo de todo futuro, no sería lo más aconsejable dar por terminada su presencia en Wilde y en el resto del planeta. Se lo dice así, en silencio pero con sorna, y no encuentra respuesta. Matarse debería tener un atractivo. Y no es poca cosa hallar algo atractivo en esa estepa. Matarse tendría que significar dejar de sufrir. Dejar de perder. Tirado así, sobre la cama, con los ojos fijos en alguna de las cuatro paletas del ventilador del techo, no resulta poca cosa. ¿O sí? En realidad, sí. Le da lo mismo matarse que seguir vivo. Así que va a seguir vivo. Resulta menos trabajoso que matarse. "
― Eduardo Sacheri , Aráoz y la verdad
59
" Desconozco el motivo, pero siempre me han importado sobremanera las historias de amores inconclusos, truncos, fracasados. No sólo los propios, sino también los ajenos. Siempre me han conmovido con su osamenta descomunal de esperanzas dilapidadas, de palabras perdidas, de paraísos negados para toda la vida.
Ha de tratarse, supongo, de una innata tendencia a la nostalgia, una suerte de fatal y estúpida simpatía por los tristes y los derrotados. A tal punto son así las cosas que difícilmente una historia de amor merece tal nombre, a mi juicio, si tiene otro desenlace que el dolor, la distancia y el silencio. "
― Eduardo Sacheri , Te conozco, Mendizábal y otros cuentos