" Aquella mañana - con el cartel pegajoso en las manos y el recuerdo flamante de Varga - sentí por primera vez una especie de desaliento general, una enorme falta de sentido y un vacío que empezó a crecer, a hincharse y a adquirir formas tan aterradoras que supe que jamás sería capaz de llenarlo con algo o con alguien. "
― Tatiana Țîbuleac , El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes