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139 " llegar a Niza, Napoleón encontró un ejército incapaz de desplazarse a ningún sitio. La temperatura era heladora y carecían de abrigos. No habían tomado carne durante tres meses, y el suministro de pan era irregular. La artillería era acarreada por mulas, ya que los caballos habían muerto de desnutrición, y batallones enteros caminaban descalzos o con zuecos, vestidos con uniformes improvisados, muchas veces arrebatados a los caídos. Solo se podía identificar como soldados a algunos de los hombres porque llevaban cartucheras, y en muchos casos portaban mosquetes que carecían de bayoneta. Hacía meses que no recibían la paga, avivando los rumores de motín[6]. La fiebre estaba descontrolada y había acabado con, al menos, 600 miembros de la 21ª Semibrigada en 20 días[*]. Una escritora inglesa residente en Florencia, Mariana Starke, describió con acierto el «estado lamentable» del ejército francés previo a la llegada de Napoleón: «a falta de lo más necesario, con una fiebre pestilente, consecuencia natural de la hambruna… abatidos y debilitados por la enfermedad, y carentes de monturas, de cañones y de casi cualquier ímpetu bélico»[7]. La réplica de Napoleón al «estado lamentable» de su ejército fue destituir a Meynier y comisionar a su intendente, Chauvet, para que reorganizase por completo a las tropas, recurriendo si era preciso, como comunicó al Directorio el 28 de marzo, a «amenazar a los proveedores, que han robado mucho, y que disfrutan de crédito»[8]. Ordenó también al Ciudadano Faipoult, delegado de Francia en Génova, que solicitase un préstamo de 3 millones de francos «sin hacer ruido» a los financieros judíos de la ciudad, y convocó a la caballería que pastaba en el valle del Ródano, en descanso invernal. A los dos días de llegar a Niza, Napoleón había desmantelado el 3º Batallón de la 209ª Semibrigada por amotinamiento, había despedido del ejército a sus oficiales y suboficiales, y había diseminado al resto de mandos en grupos de cinco entre los demás batallones. Creía que era esencial tratar a todos bajo las mismas normas, teniendo en cuenta, tal y como escribió, que, «si se concediese un solo privilegio a alguien, fuese quien fuese, nadie obedecería la orden de marchar»[9]. El 8 de abril informó al Directorio de que se había visto obligado a castigar a sus hombres por entonar himnos antirrevolucionarios, y que había tenido que enviar a la corte militar a dos oficiales por gritar «Vive le roi!»[10]. Los comandantes de división de Napoleón se sintieron muy pronto impresionados por su capacidad para el trabajo duro. "

Andrew Roberts , Napoleon: A Life