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" Desde la última vez que nos vimos, pensé, estuvo aprendiendo a jugar, a no querer a nadie, y éste es un duro aprendizaje. Pero no había llegado aún a quererse a sí mismo, a aceptarse; era a la vez sujeto y objeto, se miraba vivir dispuesto a la sorpresa, incapaz de determinar qué actos eran suyos, cuáles prestados o cumplidos por capricho. Estaba en la edad del miedo, se protegía con dureza e intolerancia. "
― Juan Carlos Onetti , Para una tumba sin nombre