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1 " Una tarde, ya de regreso en los barracones, derrengados sobre el suelo, muertos de cansancio, con el cuenco de sopa entre las manos, entró de repente uno de los prisioneros para urgirnos a salir al patio y contemplar una maravillosa puesta de sol. Allí, de pie, vimos hacia el oeste unos densos nubarrones y el cielo entreplagado de nubes que continuamente cambiaban de forma y de color desde el azul acero al rojo bermellón. Esta luminosidad menguante contrastaba de forma hiriente con el gris desolador de los barracones, especialmente cuando los charcos del suelo fangoso reflejaban el resplandor de aquel cielo tan bello. Luego, tras unos minutos de silencio y emoción, un prisionero le dijo a otro: "Qué hermoso podría ser el mundo...! "
― Viktor E. Frankl , El Hombre en Busca de Sentido
2 " Esta intensificación de la vida interior defendía al prisionero contra el vacío, la desolación y la pobreza espiritual de su existencia actual, al tiempo que le permitía evadirse devolviéndolo a su vida pasada. Al dar rienda suelta a su imaginación, ésta se recreaba en algunos sucesos del pasado, casi nunca en los más llamativos o notorios. Por el contrario, se entretenía con ternura en los pequeños sucesos cotidianos y en las cosas insignificantes. La nostalgia los transfiguraba y los recuerdos adquirían un matiz especial. El mundo que los acogió y su propia existencia parecían muy distantes y, sin embargo, el alma corría hacia ellos llena de añoranza: yo me veía en la parada del autobús, al cerrar la puerta de mi apartamento, contestando al teléfono, encendía las luces... Con frecuencia nuestros recuerdos volaban hacia esos pequeños detalles hogareños con tanta intensidad que casi nos hacían llorar.A medida que la vida interior del prisionero se hacía más honda, apreciábamos la belleza del arte y de la naturaleza, quizá por primera vez o con una emoción desconocida. Bajo la viveza de esas vivencias estéticas conseguíamos incluso olvidarnos de las terribles circunstancias de nuestro entorno. "
3 " Ante nosotros se alzaba una inmensa cantidad de sufrimiento por soportar; debíamos enfrentarnos cara a cara con él, intentar reducir al mínimo los momentos dedesfallecimiento y de lágrimas. No había que avergonzarse de las lágrimas, puesellas testimoniaban la valentía del hombre, el valor de encararse con el sufrir. No obstante,muy pocos lo entendieron así. Algunos confesaban con vergüenza haber llorado. Uncompañero al que pregunté cómo había conseguido curarse el edema me dijo azorado:«¡Lo expulsé del organismo con mis lágrimas!». "
4 " les dije que la vida humana nunca, bajo ninguna circunstancia, deja de tener sentido, y que este sentido infinito de la vida incluye también el sufrimiento y la agonía, las privaciones y la muerte.Rogué a aquellas pobres criaturas que escuchaban en la oscuridad del barracón queencararan con entereza la gravedad de nuestra situación. No debían dejarse abatir por el desánimo, sino conservar la confianza y el coraje, conscientes de que ni siquiera la faltade perspectivas de nuestra desesperada lucha podía arrebatarles su sentido y su dignidad.Les aseguré que en las horas difíciles siempre había alguien —un amigo, una esposa, unapersona viva o muerta, o un Dios— que observaba nuestro comportamiento ante el destino; y ese alguien deseaba que no lo decepcionáramos, al contrario, esperaba que sufriéramos con orgullo —y nomiserablemente— y que muriéramos con dignidad.Finalmente mencioné nuestro sacrificio de aquel momento, que para cada uno teníasu propio significado. Les expliqué que ese sacrificio parecería absurdo en el mundonormal, donde impera el éxito material. Pero en realidad nuestro sacrificio sí tenía unsentido. Los que profesan una fe religiosa, dije con franqueza, no tendrán dificultad enentenderlo. Les hablé de un compañero que, al ingresar en el campo, se había ofrecido alcielo para que su sufrimiento y su muerte liberaran de un doloroso final al ser que amaba. Para ese hombre el sufrimiento y la muerte tenían un sentido, su sacrificio poseía el significado más profundo. No quería morir en vano, ninguno de nosotros lo queríamos "
5 " Nos embrujaba la belleza de la naturaleza, de la que el cautiverio nos privó durante tanto tiempo. "
6 " Pero a mí no me incumbe juzgar a los prisioneros que favorecían a su propia gente. ¿Quién se atrevería a arrojar la primera piedra contra aquel que favorece a sus amigos enunas circunstancias en que, tarde o temprano, la cuestión a ventilar era la vida o la muerte?Nadie debería juzgar, nadie, a no ser que con absoluta sinceridad, pudiera asegurar que, en una situación similar, actuaría de manera diferente. "