24
" Pronto dio con una clave que distinguía a todos los inquilinos de "la Jaula" con los del resto del manicomio. Los que andaban libres por el parque, los que convivían en el edificio central, tenían comunicación entre sí. Sabían como se movían, hablaban y se comportaban "los otros". Y esa era la gran diferencia. Para los habitantes de "la Jaula", "los otros" no existían. La gran mayoría de los dementes no eran capaces de estar atentos a nada, pero los que sí podían fijar en algo en sus pensamientos, los dirigían hacia entelequias ancladas en su pasado o en sus alucinaciones engañosas. Y así, la mujer insufrible plantada ante Alicia acusándola (...) no hablaba en realidad con ella, sino con sus fantasmas, con sus espectros, con sus duendes. En la "Sala de los Desamparados", los locos padecían sus males "en compañía". Aquí, todos estaban solos con sus quimeras. "
― Torcuato Luca de Tena , Los renglones torcidos de Dios
25
" La mutación de sus sentimientos e incluso de su rostro era como el de un panorama en día de muchas nubes, grandes y chicas, en que todo cuanto se ve se trastrueca y cambia según el sol quede cubierto o despejado.
-¿No ha sufrido usted nunca una pesadilla terrible, que es imposible reconstruir toda entera al despertar? Quedan vagos retazos en la memoria y mal sabor de alma, pero unirlos todos, ¡es imposible! La alegría que renace al entender que todo aquello que se soñó, y que era espantoso, aunque no se sepa bien lo que era, resultó ser un sueño. Ahora tengo la sensación de que, al fin, he despertado. ¡Déjeme que la abrace! "
― Torcuato Luca de Tena , Los renglones torcidos de Dios
27
" — ¿Qué piensa usted de las artes?
— El arte es la ciencia de lo inútil.
El médico frunció la frente sorprendido. Aquella respuesta no cuadraba con la personalidad que había creído adivinar en su paciente.
— ¿Quiere decir que desprecia usted las artes; que las considera algo trivial, y a quienes las practican gentes desocupadas que no tienen otra cosa mejor que hacer?
— ¡Nada de eso doctor! ¡Considero que el arte es tanto más sublime cuanto mayor es su inutilidad!
— Explíquese mejor.
— El hombre es el único animal que se crea necesidades que nada tienen que ver con la subsistencia del individuo y con la reproducción de la especie. No le basta comer para alimentarse, sino que condimenta los alimentos, de modo que añadan placer a la satisfacción de su necesidad. No le basta vestirse para abrigarse, sino que añade, a esta función tan elemental, la exigencia de confeccionar su ropa con determinadas forma y colores. No se contenta con cobijarse, sino que construye edificios con líneas armoniosas y caprichosas que exceden de su necesidad: lo cual no ocurre con la guarida del zorro, la madriguera del conejo o el nido de la cigüeña. ¿Hay algo más inútil que la corbata que lleva usted puesta? ¿De qué le sirve al estómago una salsa cumberland o un chateaubriand a la Périgord? ¿Qué añade al cobijo del hombre el friso de una escayola o las orlas en forma de signos de interrogación de los hierros que sostienen el pasamanos de una escalera? Pues bien: todo eso que está inútilmente «añadido a la pura necesidad»… ¡ya es arte! La gastronomía, la hoy llamada alta costura y la decoración son las primeras artes creadas por nuestra especie, porque representan los excesos inútiles añadidos a las necesidades primarias de comer, abrigarse y guarecerse.
— Dígame, señora de Almenara, ¿dónde ha leído ese ensayo sobre la inutilidad? ¡Me gustaría conocerlo!
— ¡No necesito leer a los demás para formarme una opinión, doctor!
— Prosiga, señora: me tiene usted absolutamente fascinado.
— Pues bien — continuó Alicia —. En el momento mismo en que el espíritu creador del hombre se despegó incluso de la necesidad primaria para producir sus lucubraciones, nacieron las grandes Artes: la Poesía, la Danza, la Música y la Pintura.
— Olvida la Arquitectura.
— Considero a la Arquitectura, como a la Gastronomía, un añadido inútil a una necesidad «primaria». La Danza en cierto modo, también tiene este lastre, pero se aleja más de la necesidad. Es… ¿cómo explicarme?, una… una… ¡una mímica sublimada! ¡eso es lo que quería decir! Tal vez la Danza sea anterior al lenguaje y tuviera en sus orígenes una intencionalidad práctica: con carga erótica, reverencial o religiosa. ¡Yo no estaba allí, y no se qué «intencionalidad» tenía! Pero no hay duda de que encerraba «un propósito», encaminado a la consecución de un fin. No sé si me explico, pero la intencionalidad es algo muy superior a la «necesidad primaria». Está ya directamente relacionada con el juicio y la voluntad. «Quiero esto y voy a demostrarlo con gestos y ademanes rítmicos.» ¡Y la Humanidad se puso a danzar! ¡De ahí a la Paulova o a Nureyev no había más que un paso! La Pintura pertenece a un género superior. ¡Es más inútil todavía! Tiene un lejanísimo parentesco con la escritura ideográfica, mas una vez añadida su carga de inutilidad, la distancia entre lo necesario y lo que no sirve para nada, se hace tan grande, que la considero entre las primeras de las Artes Mayores. ¿No opina lo mismo, doctor? "
― Torcuato Luca de Tena , Los renglones torcidos de Dios