4
" No me dejó terminar la frase y así, el último beso de aquella noche me enseñó lo más importante. Que nada, ni los hielos del invierno, ni las borrascas del norte, ni el Patronato de Redención de Penas, ni Franco, ni lo que había hecho con España, ni siquiera ese Dios torpe y tullido que acababa de quedarse manco y ya no tenía fuerzas para apretar, para ahogarme a la vez entre sus dedos, iba a impedir que yo fuera feliz en Cuelgamuros "
― Almudena Grandes , Las tres bodas de Manolita (Episodios de una guerra interminable, #3)
7
" En España no se podía vivir, pero vivíamos. Los que tenían una oportunidad, se fugaban a Francia o se echaban al monto. Los que habían perdido todas, se suicidaban. Para los que no teníamos la ocasión ni el coraje de escapar, sólo existía una receta, conformidad, paciencia y, sobre todo, resignación "
― Almudena Grandes , Las tres bodas de Manolita (Episodios de una guerra interminable, #3)
9
" No veía la luz, no respiraba el aire que entraba por las ventanas, no subía ninguna escalera, por más que impulsara a mis piernas para elevar los pies, peldaño tras peldaño. Sólo sabía caer, ir hacia abajo, y desde allí pensaba, porque no quería pensar, pero mi cabeza no se estaba quieta, y el mediocre fruto de mi pensamiento no me aliviaba ni me dejaba en paz, pero tampoco consentía soltarme "
― Almudena Grandes , Las tres bodas de Manolita (Episodios de una guerra interminable, #3)
10
" No sólo no sabía lo que quería, sino que me daba miedo pensarlo, pero sabía que quería más. Aquella noche descubrí la verdadera naturaleza de la ambición, desear lo que se teme, temer lo que se desea, y desear más temer más, siempre más, como un hambriento que nunca quisiera encontrar un alimento capaz de saciar su hambre. Era muy raro, era terrible, incluso terrorífico, pero eso era exactamente lo que me pasaba "
― Almudena Grandes , Las tres bodas de Manolita (Episodios de una guerra interminable, #3)
12
" Y después el final, el instante en el que había acabado todo, carguen, apunten, fuego, y trece cuerpos desplomándose a la vez en la tierra del cementerio del Este, veintiséis ojos cerrados para siempre, veintiséis brazos y piernas inmóviles, trece gargantas mudas y todavía calientes en la temperatura de sus últimos gritos, vivas a la República que volvía a morir cada mañana en las voces de sus hijos "
― Almudena Grandes , Las tres bodas de Manolita (Episodios de una guerra interminable, #3)
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" Quedaban sus palabras, adiós, que tengáis suerte, adiós, te quiero más que nunca, adiós, me voy con la alegría de haberte conocido, adiós, habla a mis hijos de mí, de las ideas por las que voy a morir, adiós, busca a un buen hombre, cásate con éñ y sé feliz, pero no me olvides, adiós, mi amor, cuánto te he querido y qué poco tiempo hemos tenido para estar juntos, adiós, hijos míos, sed muy buenos y ayudad mucho a vuestra madre, adiós, cariño, adiós, vida mía, adiós, adiós, adiós, y todas las despedidas eran parecidas, pero todas distintas, distintas as mujeres que no podían terminar de leer en vox alta el papel que temblaba entre sus manos, idéntico el hueco que cada nueva carta abría en mi cuerpo agujereado, incapaz de abrigar tanto adioses "
― Almudena Grandes , Las tres bodas de Manolita (Episodios de una guerra interminable, #3)
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" Y en todas las casas, mujeres medio muertas, tan pálidas como si ya hubieran empezado a morirse, tan flacas como si el dolor las estuviera consumiendo, tan perdidas en su propia habitación como si ya no supieran quiénes eran, dónde vivían, cuál era su nombre, su sitio en aquella ciudad negra de lutos, sorda por el interminable estrépito de los pelotones, ciega de tanto cerrar los ojos a los fusilamientos de cada madrugada, hedionda de cadáveres a medio pudrir, y más mujeres, más madres, más niños mirándolo todo, y los caramelos que tenían en las manos, con unos ojos enormes de miedo y de sorpresa que presentían ya el resto de sus vidas "
― Almudena Grandes , Las tres bodas de Manolita (Episodios de una guerra interminable, #3)
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" Los martes me levantaba de la cama con la sensación de que nunca me había tocado vivir un año peor que aquel. Tenía que obligarme a recordar 1939, la derrota, el hambre, el desahucio, la orfandad, para lograr vestirme, desayunar, despertar a los mellizos, arreglarlos, dejarlos con la vecina e irme a trabajar. Esa rutina no bastaba para arrancarme de la boca el sabor amargo de los peores lunes de mi vida, ni rellenaba el pavoroso hueco que devoraba lo que quedaba de mí al triturar, semana tras semana, la dulce memoria de un amor que había durado exactamente cinco minutos. No había tenido más, y era tan poco que ni siquiera yo entendía que doliera tanto "
― Almudena Grandes , Las tres bodas de Manolita (Episodios de una guerra interminable, #3)