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" A ORILLAS DEL DUERO

Mediaba el mes de julio. Era un hermoso día.
Yo, solo, por las quiebras del pedregal subía,
buscando los recodos de sombra, lentamente.
A trechos me paraba para enjugar mi frente
y dar algún respiro al pecho jadeante;
o bien, ahincando el paso, el cuerpo hacia adelante
y hacia la mano diestra vencido y apoyado
en un bastón, a guisa de pastoril cayado,
trepaba por los cerros que habitan las rapaces
aves de altura, hollando las hierbas montaraces
de fuerte olor —romero, tomillo, salvia, espliego—.
Sobre los agrios campos caía un sol de fuego.

(...)

El Duero cruza el corazón de roble
de Iberia y de Castilla.
¡Oh, tierra triste y noble,
la de los altos llanos y yermos y roquedas,
de campos sin arados, regatos ni arboledas;
decrépitas ciudades, caminos sin mesones,
y atónitos palurdos sin danzas ni canciones
que aun van, abandonando el mortecino hogar,
como tus largos ríos, Castilla, hacia la mar!
El Sol va declinando. De la ciudad lejana
me llega un armonioso tañido de campana
- e irán a su rosario las enlutadas viejas -.
De entre las peñas salen dos lindas comadrejas;
me miran y se alejan, huyendo, y aparecen
de nuevo ¡tan curiosas!... Los campos se obscurecen.
hacia el camino blanco está el mesón abierto
al campo ensombrecido y al pedregal desierto. "

Antonio Machado , Campos de Castilla


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Antonio Machado quote : A ORILLAS DEL DUERO<br /><br />Mediaba el mes de julio. Era un hermoso día.<br />Yo, solo, por las quiebras del pedregal subía,<br />buscando los recodos de sombra, lentamente.<br />A trechos me paraba para enjugar mi frente<br />y dar algún respiro al pecho jadeante;<br />o bien, ahincando el paso, el cuerpo hacia adelante<br />y hacia la mano diestra vencido y apoyado<br />en un bastón, a guisa de pastoril cayado,<br />trepaba por los cerros que habitan las rapaces<br />aves de altura, hollando las hierbas montaraces<br />de fuerte olor —romero, tomillo, salvia, espliego—.<br />Sobre los agrios campos caía un sol de fuego.<br /><br />(...)<br /><br />El Duero cruza el corazón de roble<br />de Iberia y de Castilla.<br />¡Oh, tierra triste y noble,<br />la de los altos llanos y yermos y roquedas,<br />de campos sin arados, regatos ni arboledas;<br />decrépitas ciudades, caminos sin mesones,<br />y atónitos palurdos sin danzas ni canciones<br />que aun van, abandonando el mortecino hogar,<br />como tus largos ríos, Castilla, hacia la mar!<br />El Sol va declinando. De la ciudad lejana<br />me llega un armonioso tañido de campana<br />- e irán a su rosario las enlutadas viejas -.<br />De entre las peñas salen dos lindas comadrejas;<br />me miran y se alejan, huyendo, y aparecen<br />de nuevo ¡tan curiosas!... Los campos se obscurecen.<br />hacia el camino blanco está el mesón abierto<br />al campo ensombrecido y al pedregal desierto.