" –Amiguito –le dijo el orador– ¿crees que el Papa es el anticristo? –Nunca lo había oído –respondió Cándido–; pero séalo o no, yo no tengo pan que comer. –Ni lo mereces –replicó el otro–; anda, bribón, anda, miserable, y que no te vuelva a ver en mi vida. Se asomó en esto a la ventana la mujer del ministro, y viendo a uno que dudaba de que el Papa fuera el anticristo, le tiró a la cabeza un vaso lleno de… ¡Oh, cielos, a qué excesos se entregan las damas por celo religioso! "