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" Un hombre bajito y de lentes, mal afeitado y con el pelo grasiento comía chocolate a su lado. Su bata médica estaba manchada de mostaza, salsa criolla y una cosa marrón, pero mantenía en los hombros limpios para disimular en su blancura la caspa que nevaba de su cabeza.
-Soy Faustino Posadas, médico legista.
Le extendió una mano manchada de chocolate, que el fiscal estrechó. Luego lo llevó por un pasadizo oscuro lleno de dolores. Algunas personas se acercaban gimiendo, pidiendo ayuda, pero el médico las derivaba con un gesto a la primera sala, con la enfermera, por favor, yo sólo veo muertos. "
― Santiago Roncagliolo , Abril rojo
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" —¿Alguna vez se ha sentido sitiado por el fuego y ha sabido que su vida en ese momento vale menos que un pedazo de mierda? ¿O se ha visto metido en un pueblo lleno de gente sin saber si quieren ayudarlo o matarlo? ¿Ha visto cómo sus amigos van cayendo en la batalla? ¿Ha almorzado con la gente sabiendo que quizá sea la última vez, que la próxima vez que los vea probablemente estén en un cajón? ¿Ah? Cuando eso pasa, uno deja de tener amigos, porque sabe que los perderá. Uno se acostumbra al dolor de perderlos y se limita a evitar ser una de las sillas vacías que se van multiplicando en los comedores. ¿Sabe lo que es eso? No. Usted no tiene ni la menor idea de lo que es eso. Usted estaba en Lima, pues, mientras su gente moría. Estaba leyendo poemitas de Chocano, supongo. Literatura, ¿verdad? La literatura dice demasiadas cosas bonitas, señor fiscal. Demasiadas. Ustedes los intelectuales desprecian a los militares porque no leemos. Sí, no ponga esa cara, he escuchado sus bromas, he visto la cara de los viejos políticos cuando hablamos. Y las comprendo. Nuestro problema es que estamos hasta los huevos de la realidad, nunca hemos visto las cosas bonitas de las que hablan sus libros. "
― Santiago Roncagliolo , Abril rojo