21
" Te quiero a las diez de la mañana, y a las once, y a las doce del día. Te quiero con toda mi alma y con todo mi cuerpo, a veces, en las tardes de lluvia. Pero a las dos de la tarde, o a las tres, cuando me pongo a pensar en nosotros dos, y tú piensas en la comida o en el trabajo diario, o en las diversiones que no tienes, me pongo a odiarte sordamente, con la mitad del odio que guardo para mí.
Luego vuelvo a quererte, cuando nos acostamos y siento que estás hecha para mí, que de algún modo me lo dicen tu rodilla y tu vientre, que mis manos me convencen de ello, y que no hay otro lugar en donde yo me venga, a donde yo vaya, mejor que tu cuerpo. Tú vienes toda entera a mi encuentro, y los dos desaparecemos un instante, nos metemos en la boca de Dios, hasta que yo te digo que tengo hambre o sueño.
Todos los días te quiero y te odio irremediablemente. Y hay días también, hay horas, en que no te conozco, en que me eres ajena como la mujer de otro. Me preocupan los hombres, me preocupo yo, me distraen mis penas. Es probable que no piense en ti durante mucho tiempo.
Ya ves. ¿Quién podría quererte menos que yo, amor mío? "
― Jaime Sabines , Los amorosos: Cartas a Chepita
39
" Tu cuerpo está a mi lado
Fácil, dulce, callado.
Tu cabeza en mi pecho se arrepiente
Con los ojos cerrados
Y yo te miro y fumo
Y acaricio tu pelo, enamorado.
Esta mortal ternura con que callo
Te está abrazando a ti mientras yo tengo
Inmóviles mis brazos.
Miro mi cuerpo, el muslo
En que descansa tu cansancio,
Tu blando seno oculto y apretado
Y el bajo y suave respirar de tu vientre
Sin mis labios.
Te digo a media voz
Cosas que invento a cada rato
Y me pongo de veras triste y solo
Y te beso como si fueras tu retrato.
Tú, sin hablar, me miras
Y te aprietas a mí y haces tu llanto
Sin lágrimas, sin ojos, sin espanto.
Y yo vuelvo a fumar, mientras las cosas
Se ponen a escuchar lo que no hablamos. "
― Jaime Sabines