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" Anunció que empezaríamos bailando salsa. Me señaló una silla, se envolvió en los brazos de Willie y esperó el compás exacto de la música para lanzarse a la pista.
-El hombre guía -fue su primera lección.
-¿Por qué? -le pregunté.
-No sé, pero así es -dijo.
-¡Ajá! -celebró Willie con aire de triunfo.
-No me parece justo -insistí.
-¿Qué es lo que no es justo? -preguntó la escandinava.
-Creo que nos deberíamos turnar. Una vez manda Willie y otra vez mando yo.
-¡El hombre siempre guía! -exclamó esa bruta.
Ella y mi marido se deslizaron por la pista al son de la música latina, entre los grandes espejos que multiplicaban hasta el infinito sus cuerpos entrelazados, las largas piernas con medias negras y la sonrisa idiota de Willie, mientras yo refunfuñaba en mi silla.
Al salir de la clase, en el auto tuvimos una pelea que por poco acaba apuñetazos. Según Willie, ni siquiera se había fijado en las piernas o las pechugas de la profesora, que eran ideas mías.«¡Jesús! ¡Hay que ver qué tonta es esta mujer!», exclamó. "

Isabel Allende , La suma de los días


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Isabel Allende quote : Anunció que empezaríamos bailando salsa. Me señaló una silla, se envolvió en los brazos de Willie y esperó el compás exacto de la música para lanzarse a la pista.<br />-El hombre guía -fue su primera lección. <br />-¿Por qué? -le pregunté.<br />-No sé, pero así es -dijo.<br />-¡Ajá! -celebró Willie con aire de triunfo. <br />-No me parece justo -insistí.<br />-¿Qué es lo que no es justo? -preguntó la escandinava. <br />-Creo que nos deberíamos turnar. Una vez manda Willie y otra vez mando yo.<br />-¡El hombre siempre guía! -exclamó esa bruta.<br />Ella y mi marido se deslizaron por la pista al son de la música latina, entre los grandes espejos que multiplicaban hasta el infinito sus cuerpos entrelazados, las largas piernas con medias negras y la sonrisa idiota de Willie, mientras yo refunfuñaba en mi silla.<br />Al salir de la clase, en el auto tuvimos una pelea que por poco acaba apuñetazos. Según Willie, ni siquiera se había fijado en las piernas o las pechugas de la profesora, que eran ideas mías.«¡Jesús! ¡Hay que ver qué tonta es esta mujer!», exclamó.