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" Marx enfatiza que el capitalista explota al obrero por la diferencia que existe entre el valor de cambio y el valor de uso de la mercancía trabajo, y es crítico a esa ganancia del capitalista, pero no abordó, porque no podía imaginarlo, que las empresas estatales operan igual sobre la base del valor de cambio y de uso del trabajo obrero, porque de lo contrario son deficitarias y no aportan al erario fiscal. Marx tampoco pudo imaginar el nivel que alcanzaría la productividad del capitalismo del siglo XX (y qué decir de la del siglo XXI), la que pudo brindar a los obreros «explotados» una calidad de vida inmensamente superior a la de los obreros «no explotados» de las empresas estatales del socialismo, y menos pudo imaginar el déficit democrático de un estado monopólico. En mis jornadas de trabajo voluntario en las empresas tomadas en el Chile de la Unidad Popular o en las empresas de «propiedad del pueblo» de Alemania Oriental y Cuba, comprobé algo decepcionante para un joven idealista: como en rigor nadie era dueño de la fábrica o la tierra, porque eran estatales, nadie trabajaba en forma seria y responsable. "

, Diálogo de conversos


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 quote : Marx enfatiza que el capitalista explota al obrero por la diferencia que existe entre el valor de cambio y el valor de uso de la mercancía trabajo, y es crítico a esa ganancia del capitalista, pero no abordó, porque no podía imaginarlo, que las empresas estatales operan igual sobre la base del valor de cambio y de uso del trabajo obrero, porque de lo contrario son deficitarias y no aportan al erario fiscal. Marx tampoco pudo imaginar el nivel que alcanzaría la productividad del capitalismo del siglo XX (y qué decir de la del siglo XXI), la que pudo brindar a los obreros «explotados» una calidad de vida inmensamente superior a la de los obreros «no explotados» de las empresas estatales del socialismo, y menos pudo imaginar el déficit democrático de un estado monopólico. En mis jornadas de trabajo voluntario en las empresas tomadas en el Chile de la Unidad Popular o en las empresas de «propiedad del pueblo» de Alemania Oriental y Cuba, comprobé algo decepcionante para un joven idealista: como en rigor nadie era dueño de la fábrica o la tierra, porque eran estatales, nadie trabajaba en forma seria y responsable.