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" Avner Offer, en un sentido más amplio, trabajó sobre los orígenes de la Gran Guerra, y describía la importancia del «honor» como motivación. También se preguntaba por qué el honor tuvo prevalencia sobre el deseo de supervivencia. No se trataba de que el Alto Mando alemán tuviera mucha confianza en la victoria. Ellos sabían que la ofensiva planificada era una lotería, aunque pensaran que tampoco tenían otra manera de afrontar la guerra. En los gabinetes de guerra de Berlín, en 1914, la idea era que Alemania no podía permitirse el lujo de dudar. Ya lo había hecho en la última crisis y, si lo volvía a hacer, perdería todo el crédito internacional. La única perspectiva sería un declive ignominioso y decandente. Las consecuencias de la acción que pensaban llevar a cabo eran inciertas, pero una voluntad decidida de defender el honor patrio podía proporcionar las razones por sí misma. Según dice Offer, la decisión alemana de ir a la guerra —junto a todas las decisiones igualmente beligerantes que suscitó— fue «un acto más expresivo que instrumental». En este sentido, la guerra era la consecuencia de una serie de ofensas, una «cadena de ofensas contra el honor» que nadie se sintió con fuerzas para obviar o ignorar. Offer explica esa fijación en el honor a la hora de decidir la guerra y la posterior movilización de toda la sociedad basándose en la teoría de los guiones. El guion del honor no era «patente» o explícito, pero era muy influyente, sancionaba una «actitud desesperada» y generaba «una poderosa presión social para subordinar otras consideraciones más prudentes y someterse imprudentemente a dicho guion». Este guion, sugiere Offer, era la derivación de un guion de ofensas románticas incluso más implícito, que tenía su propia secuencia en el pasado. Cuando se desafiaba o se cuestionaba el honor en un episodio, el remedio era la violencia «en el caso de los estados-nación, precedida de las educadas maniobras y el lenguaje de la diplomacia». Si se negaba una adecuada «satisfacción», se producía una «pérdida de reputación, de estatus (y de) honor» que conduciría necesariamente a la «humillación y la vergüenza». Este guion mental resultó ser muy poderoso. «Proporcionaba un relato al que podían remitirse todas las decisiones tomadas, una justificación y una legitimación del sacrificio que todo el mundo podía aceptar y entender». Y así, lo que comenzó con una emoción de unos pocos en la cúspide social se transmitió a toda la sociedad a través de la cultura. Tan poderoso era ese guion que los más reflexivos y sosegados quedaron cegados y fueron incapaces de ver otros guiones distintos basados en «otras formas de valor y en otras formas de correr riesgos, y no supieron ver que también podían darse tiempo, intentar fórmulas de conciliación, de cooperación o estimular la confianza». "

Lawrence Freedman , Strategy: A History


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Lawrence Freedman quote : Avner Offer, en un sentido más amplio, trabajó sobre los orígenes de la Gran Guerra, y describía la importancia del «honor» como motivación. También se preguntaba por qué el honor tuvo prevalencia sobre el deseo de supervivencia. No se trataba de que el Alto Mando alemán tuviera mucha confianza en la victoria. Ellos sabían que la ofensiva planificada era una lotería, aunque pensaran que tampoco tenían otra manera de afrontar la guerra. En los gabinetes de guerra de Berlín, en 1914, la idea era que Alemania no podía permitirse el lujo de dudar. Ya lo había hecho en la última crisis y, si lo volvía a hacer, perdería todo el crédito internacional. La única perspectiva sería un declive ignominioso y decandente. Las consecuencias de la acción que pensaban llevar a cabo eran inciertas, pero una voluntad decidida de defender el honor patrio podía proporcionar las razones por sí misma. Según dice Offer, la decisión alemana de ir a la guerra —junto a todas las decisiones igualmente beligerantes que suscitó— fue «un acto más expresivo que instrumental». En este sentido, la guerra era la consecuencia de una serie de ofensas, una «cadena de ofensas contra el honor» que nadie se sintió con fuerzas para obviar o ignorar. Offer explica esa fijación en el honor a la hora de decidir la guerra y la posterior movilización de toda la sociedad basándose en la teoría de los guiones. El guion del honor no era «patente» o explícito, pero era muy influyente, sancionaba una «actitud desesperada» y generaba «una poderosa presión social para subordinar otras consideraciones más prudentes y someterse imprudentemente a dicho guion». Este guion, sugiere Offer, era la derivación de un guion de ofensas románticas incluso más implícito, que tenía su propia secuencia en el pasado. Cuando se desafiaba o se cuestionaba el honor en un episodio, el remedio era la violencia «en el caso de los estados-nación, precedida de las educadas maniobras y el lenguaje de la diplomacia». Si se negaba una adecuada «satisfacción», se producía una «pérdida de reputación, de estatus (y de) honor» que conduciría necesariamente a la «humillación y la vergüenza». Este guion mental resultó ser muy poderoso. «Proporcionaba un relato al que podían remitirse todas las decisiones tomadas, una justificación y una legitimación del sacrificio que todo el mundo podía aceptar y entender». Y así, lo que comenzó con una emoción de unos pocos en la cúspide social se transmitió a toda la sociedad a través de la cultura. Tan poderoso era ese guion que los más reflexivos y sosegados quedaron cegados y fueron incapaces de ver otros guiones distintos basados en «otras formas de valor y en otras formas de correr riesgos, y no supieron ver que también podían darse tiempo, intentar fórmulas de conciliación, de cooperación o estimular la confianza».