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" El abuelo que conocí en los años sesenta (no pongo entre comillas la palabra abuelo pues efectivamente era mi abuelo, en la medida en que la familia, se adecue jurídicamente o no a los decretos de los detentores del orden social, siempre es fruto de la voluntad y la decisión y, en todo caso, de la práctica efectiva) trabajaba como limpiacristales. Andaba en ciclomotor con su escalera y su balde; limpiaba los vidrios de cafés o comercios que a veces se encontraban bastante lejos de donde vivía. Un día, yo caminaba por las calles de París y él pasaba por allí. Me reconoció y se detuvo en el cordón, feliz por el encuentro fortuito. Yo me sentía incómodo, aterrorizado por la idea de que alguien pudiera verme con él, pertrechado con su extraña carga. Qué habría respondido si alguien me hubiese preguntado: “¿Quién era el hombre con el que hablabas?”. En los días siguientes, me costó desprenderme de un abrumador sentimiento de mala conciencia: “¿Por qué no tengo el coraje de asumir lo que soy?”, me reprochaba. “¿Por qué frecuentar un mundo burgués o pequeñoburgués me condujo a renegar así de mi familia y a que me avergonzaran hasta este punto? ¿Por qué interioricé las jerarquías del mundo social en todo mi cuerpo cuando, intelectual y políticamente, declaro combatirlas? "

Didier Eribon , Returning to Reims


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Didier Eribon quote : El abuelo que conocí en los años sesenta (no pongo entre comillas la palabra abuelo pues efectivamente era mi abuelo, en la medida en que la familia, se adecue jurídicamente o no a los decretos de los detentores del orden social, siempre es fruto de la voluntad y la decisión y, en todo caso, de la práctica efectiva) trabajaba como limpiacristales. Andaba en ciclomotor con su escalera y su balde; limpiaba los vidrios de cafés o comercios que a veces se encontraban bastante lejos de donde vivía. Un día, yo caminaba por las calles de París y él pasaba por allí. Me reconoció y se detuvo en el cordón, feliz por el encuentro fortuito. Yo me sentía incómodo, aterrorizado por la idea de que alguien pudiera verme con él, pertrechado con su extraña carga. Qué habría respondido si alguien me hubiese preguntado: “¿Quién era el hombre con el que hablabas?”. En los días siguientes, me costó desprenderme de un abrumador sentimiento de mala conciencia: “¿Por qué no tengo el coraje de asumir lo que soy?”, me reprochaba. “¿Por qué frecuentar un mundo burgués o pequeñoburgués me condujo a renegar así de mi familia y a que me avergonzaran hasta este punto? ¿Por qué interioricé las jerarquías del mundo social en todo mi cuerpo cuando, intelectual y políticamente, declaro combatirlas?