En los sanatorios, donde se muere tan a gusto y con tanto agradecimiento hacia los médicos y las enfermeras, se muere habitualmente de una de las muertes asignadas al establecimiento; está muy bien visto. Cuando se muere en casa, es natural que se escoja esa muerte cortés de la buena sociedad, con la que en cierto modo se inaugura ya un entierro de primera clase y toda la serie de sus admirables tradiciones. Entonces, los pobres se paran delante de estas casas y se sacian con estos espectáculos. Su muerte propia es, naturalmente, trivial, sin todos los requisitos. Se sienten dichosos encontrando una que más o menos les viene bien. Puede ser quizá demasiado ancha: siempre se crece todavía un poco. Solamente resulta molesto cuando no cierra sobre el pecho o ahoga."/>

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" Este distinguido Hotel es muy antiguo. Ya en la época del rey Clodoveo se podía morir en algunos lechos. Ahora se muere en quinientas cincuenta y nueve camas. En serie, naturalmente. Es evidente que, a causa de una producción tan intensa, cada muerte individual no queda tan bien acabada, pero esto importa poco. El número es lo que cuenta. ¿Quién concede todavía importancia a una muerte bien acabada? Nadie. Hasta los ricos, que podrían sin embargo permitirse ese lujo, comienzan a hacerse descuidados e indiferentes; el deseo de tener una muerte propia es cada vez más raro. Dentro de poco será tan raro como una vida personal. Dios mío, es que está todo hecho. Se llega, se encuentra una existencia ya preparada; no hay más que revestirse con ella. Si se quiere partir, o si se está obligado a marcharse: sobre todo ¡nada de esfuerzos! "Voilà votre mort, monsieur." Se muere según viene la cosa, se muere de la muerte que forma parte de la enfermedad que se sufre. (Pues desde que se conocen todas las enfermedades se sabe perfectamente que las diferentes salidas mortales dependen de las enfermedades, y no de los hombres: y el enfermo, por decirlo así, no tiene nada que hacer.)
En los sanatorios, donde se muere tan a gusto y con tanto agradecimiento hacia los médicos y las enfermeras, se muere habitualmente de una de las muertes asignadas al establecimiento; está muy bien visto. Cuando se muere en casa, es natural que se escoja esa muerte cortés de la buena sociedad, con la que en cierto modo se inaugura ya un entierro de primera clase y toda la serie de sus admirables tradiciones. Entonces, los pobres se paran delante de estas casas y se sacian con estos espectáculos. Su muerte propia es, naturalmente, trivial, sin todos los requisitos. Se sienten dichosos encontrando una que más o menos les viene bien. Puede ser quizá demasiado ancha: siempre se crece todavía un poco. Solamente resulta molesto cuando no cierra sobre el pecho o ahoga. "

Rainer Maria Rilke


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Rainer Maria Rilke quote : Este distinguido Hotel es muy antiguo. Ya en la época del rey Clodoveo se podía morir en algunos lechos. Ahora se muere en quinientas cincuenta y nueve camas. En serie, naturalmente. Es evidente que, a causa de una producción tan intensa, cada muerte individual no queda tan bien acabada, pero esto importa poco. El número es lo que cuenta. ¿Quién concede todavía importancia a una muerte bien acabada? Nadie. Hasta los ricos, que podrían sin embargo permitirse ese lujo, comienzan a hacerse descuidados e indiferentes; el deseo de tener una muerte propia es cada vez más raro. Dentro de poco será tan raro como una vida personal. Dios mío, es que está todo hecho. Se llega, se encuentra una existencia ya preparada; no hay más que revestirse con ella. Si se quiere partir, o si se está obligado a marcharse: sobre todo ¡nada de esfuerzos! En los sanatorios, donde se muere tan a gusto y con tanto agradecimiento hacia los médicos y las enfermeras, se muere habitualmente de una de las muertes asignadas al establecimiento; está muy bien visto. Cuando se muere en casa, es natural que se escoja esa muerte cortés de la buena sociedad, con la que en cierto modo se inaugura ya un entierro de primera clase y toda la serie de sus admirables tradiciones. Entonces, los pobres se paran delante de estas casas y se sacian con estos espectáculos. Su muerte propia es, naturalmente, trivial, sin todos los requisitos. Se sienten dichosos encontrando una que más o menos les viene bien. Puede ser quizá demasiado ancha: siempre se crece todavía un poco. Solamente resulta molesto cuando no cierra sobre el pecho o ahoga." style="width:100%;margin:20px 0;"/>