Home > Author > Flannery O'Connor >

" Freud, Proust y Lawrence han situado el amor en lo humano y no vamos a cuestionar donde lo han puesto: sin embargo, tampoco se tiene que definir el amor como lo hacen ellos, sólo como deseo, porque eso excluye el Amor Divino, que, aunque también puede ser deseo, deseo Divino, es otro tipo de deseo que está fuera del hombre y puede elevarlo. El deseo del hombre por Dios está asentado en su inconsciente y busca satisfacción en la posesión física de otro ser humano. Este apego a los aspectos sensuales es necesariamente pasajero y se desvanece, puesto que es un pobre sustituto de lo que el inconsciente busca. Cuanto más consciente se vuelve el deseo de Dios, más satisfactoria es la unión con la otra persona, porque la inteligencia entiende esa relación en relación con un deseo mayor, y si esa inteligencia está presente en las dos partes, la fuerza motriz hacia el deseo de Dios se vuelve doble y consigue parecerse a Dios. El hombre moderno, que vive al margen de la fe, de la posibilidad de convertir su deseo de Dios en un deseo consciente, se ahoga en su propio planteamiento, que ve el amor físico como un fin en sí mismo. De ahí que lo sentimentalice, se regodee y luego lo trate con cinismo. "

Flannery O'Connor , Diario de oración


Image for Quotes

Flannery O'Connor quote : Freud, Proust y Lawrence han situado el amor en lo humano y no vamos a cuestionar donde lo han puesto: sin embargo, tampoco se tiene que definir el amor como lo hacen ellos, sólo como deseo, porque eso excluye el Amor Divino, que, aunque también puede ser deseo, deseo Divino, es otro tipo de deseo que está fuera del hombre y puede elevarlo. El deseo del hombre por Dios está asentado en su inconsciente y busca satisfacción en la posesión física de otro ser humano. Este apego a los aspectos sensuales es necesariamente pasajero y se desvanece, puesto que es un pobre sustituto de lo que el inconsciente busca. Cuanto más consciente se vuelve el deseo de Dios, más satisfactoria es la unión con la otra persona, porque la inteligencia entiende esa relación en relación con un deseo mayor, y si esa inteligencia está presente en las dos partes, la fuerza motriz hacia el deseo de Dios se vuelve doble y consigue parecerse a Dios. El hombre moderno, que vive al margen de la fe, de la posibilidad de convertir su deseo de Dios en un deseo consciente, se ahoga en su propio planteamiento, que ve el amor físico como un fin en sí mismo. De ahí que lo sentimentalice, se regodee y luego lo trate con cinismo.