(Kayen cabalgando de vuelta a Kargul para salvar a Kisha)."/>

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" No podía perder a Kisha. Evocó sus labios rosados, tan jugosos y dulces, y la forma en que lo besaban. La suave forma de su rostro, y la manera en que el dorado pelo le caía sobre los hombros, o se desparramaba sobre la almohada cuando le hacía el amor. Los tiernos gemidos que salían por su boca mientras él la acariciaba. Las duras puntas que coronaban sus pechos, y como se arrugaban y se endurecían todavía mas cuando él las lamía. El aroma a verano que siempre la acompañaba. Su risa, fresca como un amanecer. O la forma en que lo miraba a los ojos, sin miedo, entregándole el alma con cada suspiro.

No podía perderla. El mundo no podía perder a una mujer que a pesar de su condición de esclava, esperaba lo mejor de los demás. Una mujer que se ganaba a los demas con risas y amabilidad. Una mujer que cuando lo miraba no veía al guerrero, ni al Gobernador, sino al hombre que había detrás, y había conseguido leerle el alma como si estuviera alli dentro con él. Eso era. Kisha era su alma. Su vida. Su aliento. No podía perderla, porque sin ella no era nada."

(Kayen cabalgando de vuelta a Kargul para salvar a Kisha). "

, La esclava Kisha (Cuentos eróticos de Kargul)


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 quote : No podía perder a Kisha. Evocó sus labios rosados, tan jugosos y dulces, y la forma en que lo besaban. La suave forma de su rostro, y la manera en que el dorado pelo le caía sobre los hombros, o se desparramaba sobre la almohada cuando le hacía el amor. Los tiernos gemidos que salían por su boca mientras él la acariciaba. Las duras puntas que coronaban sus pechos, y como se arrugaban y se endurecían todavía mas cuando él las lamía. El aroma a verano que siempre la acompañaba. Su risa, fresca como un amanecer. O la forma en que lo miraba a los ojos, sin miedo, entregándole el alma con cada suspiro. <br /><br />No podía perderla. El mundo no podía perder a una mujer que a pesar de su condición de esclava, esperaba lo mejor de los demás. Una mujer que se ganaba a los demas con risas y amabilidad. Una mujer que cuando lo miraba no veía al guerrero, ni al Gobernador, sino al hombre que había detrás, y había conseguido leerle el alma como si estuviera alli dentro con él. Eso era. Kisha era su alma. Su vida. Su aliento. No podía perderla, porque sin ella no era nada.
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